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FORO DE DEBATE CÁDIZ 2012

"Un proyecto de futuro para un Cádiz renovado, moderno y sostenible"

«I have a dream»

Cuando Martin Luther King pronunció esta frase ante 250.000 personas en Washington, no se podía imaginar que 46 años después habría un presidente negro en USA. Soñar es siempre legítimo, cada uno en el sitio en que esté. Pero soñar dormido no tiene ningún mérito; lo importante es saber soñar despierto.

A nuestro modesto nivel, los miembros del Foro de Debate Cádiz 2012, como saben los que nos conocen, llevamos más de dos años soñando colectivamente con Cádiz. Desde la distancia, puesto que residimos fuera. Sin duda con muchas lagunas en el detalle, pero también sin el obstáculo que los árboles cercanos suponen.

Me han pedido mis colegas del foro que vuelva a hablar del Centro Histórico de Cádiz, por lo que lo anterior se debe entender simplemente como un preámbulo. Hay tantas cosas de Cádiz que no me explico, que la del Centro Histórico no deja de ser una más. No me explico que las ciudades que se articulan en torno a la bahía estén distanciadas por cosas nimias, como el fútbol, la capitalidad, o si la Constitución del Doce nació en Cádiz o en San Fernando, que en aquel momento eran la misma cosa; y era lo que quedaba disponible de España. Y era, además, la nación entera de uno y otro lado de la mar océana la que estaba allí. No me explico tampoco, que se empeñen en llamarla «la Pepa», que era un nombre que probablemente se usó crípticamente cuando el rey felón se cambió por enésima vez de camisa; cuando ha sido ejemplo y modelo en el mundo, en donde se la conoce por su auténtico nombre.

Tampoco me explico qué es lo que está pasando con el puerto, que junto con los demás de la bahía dan sentido nuestra conurbación. La sociedad gaditana, del conjunto de la bahía, no se ha movilizado ante el persistente boicoteo a un sistema portuario moderno, que se integre con los del Nodo del Estrecho, donde hay sitio para todos. Es este un tema que clama al cielo, donde sobra la demagogia.

Los valores históricos que quedan en el tejido de intramuros de la ciudad, se deben casi exclusivamente a que ésta se ha ido paulatinamente quedando al margen de la pujanza económica del país. Y he matizado el intramuros porque fuera no queda prácticamente nada. Creo que solo San José. Hasta los muertos se han tenido que ir.

Pero lo que queda es un activo importante. Sobre todo si se piensa en una ciudad-región bien articulada en torno a la Bahía, de la que ni se puede ni se debe excluir Jerez. En todas las ciudades que potencialmente pueden componer la metrópolis de la Bahía existe un importante patrimonio histórico. Pero me voy a referir exclusivamente al Centro Histórico de Cádiz, por el papel que puede jugar en la ciudad-región de la Bahía. Y lo primero que hay que decir es que actualmente es el «centro» más excéntrico posible y de ahí la importancia de nuestra propuesta de túnel Cádiz – El Puerto, sin el cual está abocado a la paulatina marginalidad. Entre otras cosas porque sin este túnel, difícilmente pueden entenderse los distintos núcleos como una unidad funcional equilibrada. Y hago esta afirmación consciente de que una metrópolis eficiente, con potencial a veinte años de un millón de habitantes, en la fachada atlántica, difícilmente será aceptable por el influyente «lobby» sevillano, que pretende jugar ese papel, desde ochenta kilómetros tierra adentro.

Que duda cabe que todos los elementos que configuran el tejido histórico tienen que ser objeto de una renovación y adecuación paulatina, como ha venido sucediendo a lo largo del tiempo. Es una cuestión que en las sociedades modernas está muy aquilatada y determinada. Ahora bien, lo que no puede ser es que se utilice el patrimonio histórico, legado y activo de nuestra memoria colectiva, para la propia expresión personal, bien sometida a insaciables intereses de utilidad, o a los también inapropiados de notoriedad personal.

Desgraciadamente en nuestra ciudad es secular el poco aprecio de su patrimonio histórico. Si, con su mejor intención, D. Cayetano del Toro no hubiera tirado el frente de muralla, incluida su principal puerta; si no se hubieran arrasado los glacis, etc. etc., Cádiz seria hoy un ejemplo singular, aunque no único.

En la actualidad, probablemente lo que más se ajusta a pautas razonables es la rehabilitación privada, sometida a mayor control. El patrimonio religioso gozará presumiblemente de la inercia de la institución, aunque su necesaria condición de subvencionado, lo deja a veces al arbitrio de las administraciones. Casos recientes como el desmantelamiento interior del Oratorio, o la adulteración del «sky line» de la Catedral, resultan a la vez lamentables e inexplicables.

Hace aproximadamente medio siglo, un grupo de bien intencionados eruditos le enmendaron la plana al ingeniero militar de las Puertas de Tierra. Ahora se ha intentado alterar la imagen del Castillo de San Sebastián y su singular faro, que es patrimonio de las respetables retinas de todos los gaditanos, pero también de todos los que tienen un grato recuerdo de nuestra ciudad. Todo ello en aras de un falso utilitarismo irreflexivo y poco ilustrado.

En cuanto al espacio público, la cosa es, en general, menos grave e irreversible. Tan disparatado es mantener una ronda de adoquines insufribles y tercermundistas, como entrar «entre catedrales» sin el mismo o más cuidado que en una cacharrería. A la que en todo caso hay que ir a algo interesante.

Volviendo al sueño que citábamos al principio, hay que contemplar un Centro Histórico, renovado, moderno y atractivo, pero conservado y calmado. La receta repito que está hoy perfectamente establecida y aplicada en muchas ciudades. Estaría anexa al mismo una moderna y eficiente Área de Centralidad Metropolitana, que incluya un potente complejo portuario de ofertas turísticas: trasatlánticos, yates, deportes náuticos… Resultaría viable su desarrollo en el espacio a ceder por el «puerto ciudad» y el hoy ineficiente de contenedores, a relocalizar imprescindiblemente en La Cabezuela; sin servidumbres urbanas y con conexión franca al ferrocarril, que lo una a Europa.

Ese es el sueño: la ciudad-región de un millón de habitantes totalmente abierta al Atlántico, tal como fue; que dudo que la taifa bética admita nunca, mande quien mande.



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