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FORO DE DEBATE CÁDIZ 2012

"Un proyecto de futuro para un Cádiz renovado, moderno y sostenible"

LA DECLARACIÓN CÁDIZ 2012 Y EL CASCO HISTÓRICO

DECLARACIÓN CÁDIZ 2012 para la Renovación de la Ciudad.

La esperanza es lo último que se pierde, es una frase de excesivo uso actual, tan llena de oportunidades como las crisis brindan, que permite iniciar este artículo con todo el optimismo de que uno es capaz.
La DECLARACION CADIZ 2012, supuso el último día de San José celebrado, una voluntad de asumir las posibilidades que brinda la conmemoración de Bicentenario. Primero como oportunidad en un nuevo punto de partida; segundo, como reflexión, en una más que posible mirada hacia un mejor futuro, más positivo y responsable para esta ciudad. Impulsada por el Foro 2012, Ateneo y la APC, supone una declaración, cuanto menos, comprometida.
El Casco Histórico de la ciudad más moderna de Europa, no solo en el siglo XVIII, sino en la acumulación de trabajos urbanos desde el calcolítico, sigue en pie, singular y milagrosamente intacto. Perfil curvilíneo por fuera y rectilíneo por dentro. Semblante acastillado, expresión de su nombre desde el confín de los tiempos. Seductor, de falsa hipodamia, rescatado en decenas de escenas y senderos mitológicos. La ciudad que fue enterrándose en sucesivas ciudades parar ser Cádiz, se manifiesta cada día más hermosa y orgullosa de su estirpe. Generada con sus galantes y milenarias piedras basales, cien veces utilizadas. Su semblante maravilla, no solo a los que la descubren, sino a los que buscando una nueva Andalucía, se desconciertan con su metafórica y redundante mirada europea. Cádiz, dura vencedora pétrea de las mil crisis, sigue enamoradamente viva de si, novia del viento más que de la mar; más seductora y atractiva que una bella puellae, danzando al ritmo de nuevos crótalos y panderetas. Como aquellas bailarinas, desvestida, pero conocedora del poder, porque nunca estuvo atenta a lo que necesitó para ser más, driblando las arteras miradas de sus degustadores. Siempre fue robada, pero aquí sigue: liberándose de libertades o nuevos libertadores, día a día, es su sino.
Convengamos en algo, y es que no solo en Cádiz, – como la otra Benarés de occidente – , hay que morir, sino fundamentalmente vivir, sinónimo inexcusable de estar vivo. Una ciudad que se encuentra, según muchos, despoblándose en el lejano trasero de Europa, sujeta al más alto paro y al más alto desinterés de los inversores, no puede temer las renovadas crisis, ya que bien poco tiene que perder. Ella las conoce como antiguos reinos arruinados en los nombres de sus calles; en la alternante y decrépita altivez de sus portadas; en la imponente y serena homogeneidad de su caserío, sustentado en sabias y ocultas labras de moluscos perfectos, frutos del geológico baño de su agua de mar. Antes querida y ahora olvidada de su propia Bahía. Como un barco al revés, surcando sus propias calles de balconadas y velas. Acosada en los continuos oleajes de los latires humanos, pero asidua sobreviviente de si misma. Ella, casi perfecta ciudad creada, sabe mejor que nadie que debe situarse y aprovechar con fuerza y desparpajo las oportunidades que brindan los cambios de ciclos. Sabemos que con pequeños saltos en momentos especiales, se puede ser muy eficaz, pero contando con el adiestrado cuerpazo que se posee.
Hablar de su esplendida arquitectura, sea atlántida, fenicia, romana, barroca, neoclásica o ecléctica, incluso con los rotos hechos en estos últimos años, es de sumo sabido y está al alcance de la visita: un auténtico deleite para los ojos. Venga a verla cuando desee, casi no necesitará guías. Todos lo somos aquí. Pero un aprendiz de arquitecto, como el que humildememente suscribe estas imágenes, debe ser capaz de hacer comprender aquí, que Cádiz debe hacer y hará, a pesar de sus esplendidas piedras, mucho más feliz a quien la disfrute y la viva. No solo por sus hechuras, sino por su gente, su ser, su estar, y por supuesto, también por su trabajar.
Aunque la terrible invasión sobre el mundo se vista de primas de riesgo, Cádiz puede estar cada día más excelsa y generosa en sus serias sonrisas. Casi parada ahora, porque una vistosa península no debe moverse, siempre a la espera de que un nuevo 12 la despabile. Pero habrá que estar mucho mas atento al duro traje del esfuerzo, y lo que el futuro demande, que a los oportunistas, estériles y efímeros griteríos. La piedra, para ser dura y bella, ha tenido que sufrir siempre, por lo menos, su propio peso y edad.
El casco histórico de Cádiz transmite a sus poseedores, sean propios o ajenos, esa clase heredada y rescatable que nos debería hacer hoy mas gaditanos. Una ciudad, donde el ingenio se convierte en febreril, momentánea y altruista energía crítica, poco creadora de mejores economías, debe ofrecer además una seña de identidad de brío y empuje, con buenas hechuras de carne y hueso cada día. Por supuesto siempre algo ayudada, es la globalidad y es su deuda no cobrada. Nos deben una Constitución que costo parir sitiados, y unas colonias a las que liberamos para solo hundirnos nosotros como ultimo capitán. Una isla no puede crecer, y ya no tenemos ni para macetas. El destino nos debe aún una compensadora caricia.
El Bicentenario, sin imposibles aspavientos generosos, será un viento favorable quizás de pocas consecuencias. No hay para mucho más que un puente, un tren y un barco. Pero si estamos despiertos, hasta podemos tener trabajo. La cuestión es saber que trabajar bien, es eso: trabajar siempre bien, no solo tener un tipo estacional. Reflejarse en nuestras murallas, cierros y paisajes de velada piedra ostionera, cortada a plomo y nivel, podría un poné: a partir del 12, cambiar el orgullo gadita por una forma elegante de credibilidad. Deleitados en un estilo propio mas respetuoso y respetable. Un estilo que sigue estando en la boca de viajeros, pero que debe formar parte otra vez de nuestra idiosincrasia vertebral. No en falsas sonrisas.
Debemos recrear nuestro talante y nuestra capacidad de enamorar los presupuestos, orientándolos mejor. Haciéndolos reales y nuestros. Todo de acuerdo con la historia fiel y deslumbrante de nuestro zócalo, menguado, como será el futuro para todos con esta gran crisis, acogedor regazo antes, y hoy convertido en sana muralla a menor escala para nuevos vendavales. Demostrar que aquí además de arte bueno en piedra, geografía, coplilla, varilla, y pescaito, también hay alma clara, sangre, educación y ganas de recobrar aquella modernidad, en busca de un claro futuro. Así seguro que, además de venir a la Semana Santa, al Carnaval y a la Playa, también podrán venir muchos a invertir.
Salud.
JOSE MARIA ESTEBAN GONZÁLEZ
Arquitecto y Vicepresidente del Ateneo de Cádiz, entidad firmante de la Declaración Cádiz 2012



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